Caracoles Arlanza: La vida es mejor a paso de caracol

Santi Grau, de Almussafes, y su mujer, María, han dejado sus trabajos y han decidido atreverse con una granja de caracoles en Burgos

¿Qué puede llevar a una persona a dejar su trabajo en una multinacional en Barcelona para montar una granja de caracoles en la localidad burgalesa de Lerma? La respuesta es bien sencilla aunque no del todo común en la época actual: la familia.

Así es cómo lo decidieron Santi Grau, de Almussafes, y su mujer, María, burgalesa. «Vivíamos en Barcelona, lejos de las dos familias, y pensamos que queríamos estar cerca de, al menos, una de las dos». Dicho y hecho. Tras explorar varias opciones y aprovechando un terreno familiar que no estaba siendo utilizado en Lerma, impulsaron un proyecto que pudo parecer extraño en primera instancia pero que está funcionando bastante bien: una granja de caracoles.

«Viendo un programa de televisión, vimos que las dimensiones del terreno que teníamos eran parecidas», explica Santiago. A principios del pasado año 2015 comenzó esta aventura que buscaba cubrir la gran demanda existente.

Grau es rotundo al relatar las diferencias entre el caracol de granja y el silvestre: «Cuando hemos vendido nuestros caracoles a un restaurante y los han probado, nos han dicho que nunca más volverán al silvestre».

El caracol de granja «al alimentarse de pienso rico en calcio no se rompe al cocinarlo y es mucho más carnoso, además, lo vendemos ya purgado por lo que se limpia mucho más fácil, y lo más importante es que sabes que no ha comido ningún tipo de insecticida por lo que es mucho más sano. En cuatro o cinco meses puedes empezar a recolectar y después están disponibles todo el año, se acabo aquello de comerlos sólo en temporada».

Los inicios, como en cualquier aventura, no fueron fáciles. «La formación no es sencilla. Funcionábamos mediante prueba y error», reconoce, en un umbráculo en el que los caracoles demandan vegetación y humedad. La compra del caracol alevín fue el primer paso y, a partir de ahí, con una inversión inicial no demasiado alta, se inició un proceso que ya les ha llevado a vender su producto. En principio han optado por venderlos, a diez euros el kilo, tanto a restaurantes como a particulares, sin depender de grandes distribuidoras. Para el próximo año tienen previsto venderlos además precocidos y guisados, y ofrecen también visitas a su granja, organización de caracoladas para eventos y han destinado una zona de la granja a hacer pruebas con plantas aromáticas, para intentar conseguir «caracoles de sabores»

Su presencia, bajo la denominación ‘Caracoles Arlanza’, en diferentes ferias en la provincia de Burgos ha servido para que sean conocidos en toda la comunidad castellanoleonesa. Además, están a la espera de ver si la Junta de Castilla y León les concede una subvención que cubriría el coste de la inversión realizada

Uno de los aspectos que Grau quiso destacar es que el caracol tiene múltiples posibilidades culinarias y así se lo han comentado reconocidos chefs con los que incluso ha participado en algún reto televisivo. «Aunque aquí lo tradicional es cocinarlos ‘a la burgalesa’, en un guiso con jamón, panceta y chorizo, hay muchas otras opciones como cocinarlos braseados fuera de la concha o al horno, como es tradicional en Cataluña».

Fuente: Las Provincias, Manuel García.

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