El cerdo Ibérico, como agrupación racial, ha estado desde sus orígenes ligado a los sistemas productivos en régimen extensivo y más concretamente al aprovechamiento excepcional de los recursos naturales de la dehesa arbolada. La unión de esta raza autóctona milenaria y la dehesa conforman un binomio que debería merecer la consideración de Patrimonio de la Humanidad.
Los porcinos Ibéricos son animales adipogénicos, es decir, con tendencia al almacenamiento de grandes depósitos lípidos, los cuales se infiltran en las masas musculares, dando lugar a esa característica infiltración grasa, no necesariamente apreciable a simple vista, que proporciona a su carne una incomparable untuosidad, textura y aroma.